Buenas.
Os presento el relato que he presentado este mes al taller de escritura de la página Literautas.com. La premisa del mismo era utilizar un personaje que no pudiera moverse, y como siempre, que la extensión del relato no superase las 750 palabras. Esto es lo que ha salido.
ANGUSTIA
Sólo el que haya sido aplastado alguna vez por una
muchedumbre sabe lo que es la angustia. Esas ganas inherentes a la vida de
querer respirar, y la incapacidad de hacerlo. La necesidad de huir acompañada
por la imposibilidad de hacerlo. Notar el peso del mundo sobre uno mismo y sentir
cómo, poco a poco, las fuerzas te van abandonando.
Esa sensación de angustia, que fue real en su momento,
vuelve a mí cada noche en forma de sueño… y de realidad temporal.
El sueño comienza como ocurrió todo la primera vez. En clase
de Judo a finales de los ochenta. La estancia en la que practicábamos está
grabada a fuego en mi memoria por los años que pasé en ella, con lo cual en el
sueño es sencillo volver a recordarla con todo tipo de detalles: el tatami
verde y raído por el uso, las columnas acolchadas, los carteles de las paredes
con las técnicas explicadas paso a paso, el aire cargado con olor a sudor.
Durante el sueño, en un momento dado, los acontecimientos se
aceleran y me veo sepultado por mis compañeros. Hasta un total de diez cuerpos,
unos más ligeros y otros más pesados se han abalanzado sobre mí haciéndome
caer. Por inercia, todos han caído encima de mí aplastándome de una forma poco
natural.
Los segundos pasan como si fueran minutos. La falta de
movilidad y de aire contribuyen a la angustia creciente.
Cuando creo que voy a desfallecer, la presión sobre mi
cuerpo se aligera y algunos rayos de luz empiezan a iluminarme, al haberse
eliminado parcialmente la barrera que impedía que llegaran hasta mí.
Justo en ese momento despierto.
De nuevo en la oscuridad.
De nuevo sin poder mover un solo músculo de mi cuerpo.
Yazco en la cama tapado hasta las orejas, sudando como si
estuviera en una sauna. En la oscuridad de la noche, que me cubre en la
inexistencia temporal de movimiento como si quisiera ocultarme de los hados de
la tranquilidad, regresa a mí de nuevo y por segunda vez en la noche, la
sensación de angustia de aquella vez, de tantas veces después de aquella.
Sé que pronto pasará. La incapacidad de movimiento se irá
diluyendo mientras que los rayos de luz empiecen a asomar por las rendijas de
la persiana. En ese momento empezaré a sentir un ligero cosquilleo que empezará
en los pies y recorrerá su camino hasta la cabeza.