Hacía frio; tanto que por la ventana se podía observar cómo,
en el parque, un grajo estaba intentando cavar un hoyo donde cobijarse mientras
que un topo le negaba tal privilegio. Los tiempos de volar bajo habían acabado.
Entretanto, la nieve no dejaba de caer, y cuajaba; creando
una mousse de chocolate en el asfalto.
Al mismo tiempo, detrás de la ventana, el observador
cubierto con capas de calor como una cebolla vigilaba el discurso errático de
las nubes.
Mientras, una caliente sopa de letras formaba haikus entre
el humo, esperando ser leída.
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